Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando. Rabindranath Tagore.
El artesano quiere mostrar su amor. Sentado sobre tejas frías mira en lontananza cómo el amanecer entra en el pueblo con esa luz embelesadora y trémula de belleza inigualable. Ve la Plaza de la Iglesia con su torre agujereando el cielo, el Castillo erguido en lo alto de la loma, la fuente chorreando..., no tiene tantos ojos para abarcarlo todo. Aspira hondo, quiere beberse el oxígeno rural, por qué no el del mundo entero. Huele a romero, a lentisco, a jara, también a río. Suenan tímidas las campanas volteadas de la torre parroquial, ¿acaso doblan por él? No se extrañen. Tiene un escalofrío que se detiene en la muralla de las cervicales. El artesano sabe de la incipiente viudez de la Juana, y quiere deslumbrarla. Silencioso, baja al taller, y al torno doma el cieno. Suda. Balbucea palabras ininteligibles en sus labios cuarteados, ¿es un bisbiseo lánguido o es una oración humilde? Desde esta distancia que observamos no podríamos decantarnos. Salta un poco de arcilla sobre las arrugas de su rostro, sobre los ojos, en las pestañas, no es nada, no se asusten, son unas cuantas briznas, insignificantes, no se quedará por eso ciego. Le brillan las pupilas, no es normal a su edad esa ilusión desbocada, hay desmesura, ¿pero qué es sino el amor? Ya juzgaremos, si es que podemos meter cuchara en el amor de otros. Sonríe torcidamente, amagada está una bondad candorosa, seguramente esconde mucho más... Pisando el pedal hunde las manos mojadas en la arcilla húmeda, reblandecida, ahí está. Modela un corazón perfecto dejando hueco su interior. Sin limpiarse las manos se arranca de cuajo el suyo propio, lo introduce dentro del de barro, pone entrambos algo y lo cubre con más fango. Barroco, tapa el agujero en medio de su pecho con la artesanía y se coloca de nuevo el traje/mortaja con la camisa a medio abotonar. Cuando Juana abra el féretro, verá el corazón de barro reciente y cómo, con un postrer latido, el suyo, sobresaldrá visceral y apasionado, del cieno fresco, un diamante engarzado en un anillo.
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