Era casi finales del dos mil dos, estaba a punto de cumplir diecisiete años, una de
las etapas más bonitas para los jóvenes, desgraciadamente ese ¡no era mi caso!.
Para mí, la vida consistía en buscar el amor para formar un hogar y ser feliz, pero no
tenía mucha suerte, me sentía desvalorada queriéndome muy poco.
El veinticinco de Noviembre de dos mil dos mi suerte cambió, comencé una relación
con un chico que creía ideal para mí.
Los seis primeros meses fueron perfectos, parecía estar viviendo en un cuento de hadas,
por fin había hecho mi sueño realidad, pero duró muy poco.
A los siete meses de haber empezado, él aprobó el carné de conducir, cambiando
muchísimo la situación por tener coche y sumándole la mala influencia de las
personas que frecuentaba. Por el gran amor que sentía por él aguanté todo lo que pude,
convirtiendo ese sueño de amor en una auténtica pesadilla.
El treinta y uno de Diciembre de dos mil cinco con tan solo veinte añitos me quedé
embarazada, y por gracia o por desgracia, llegando la noticia de mi embarazo,
marchándose de mi vida, sin querer saber nada de lo que llevaba en mi vientre.
Un quince de Septiembre de dos mil seis, pese a pasar por el embarazo sola, nace un ser
maravilloso el cual adoro, mi hijo Adrián, que volvería a pasar por ello mil veces más.
Lo pasé muy mal durante muchos años, me dolía que mi hijo no tuviera al padre a su
lado, pero por mi hijo seguí adelante y luché contra todo, intentando ser mejor
persona y sobre todo una gran madre.
Después de ocho años, en el dos mil diez, conocí a alguien que realmente es digno
de mi amor, que con tan sólo diecinueve años quiso ser padre, novio, amigo y
confidente, plantando rosas en mi camino de piedras.
!Hoy soy feliz!, y tal como me pasó a mí, aconsejo a tod@s que no se rindan jamás ante
cualquier obstáculo, porque en camino de piedras pueden crecer rosas.
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