Desde hace algún tiempo, Carmen está preocupada.
Tiene un oído tan fino que es capaz de distinguir el vuelo de una mosca entre las voces de la gente. Retiene los aromas de las personas como archivos digitales y los almacena en su cerebro convertido en un gran disco duro para recuperarlos cuando sea necesario. Y tiene un sexto sentido que le hace notar la presencia de alguien a su alrededor, aunque no lo pueda ver.
Y es que Carmen es ciega. Y por eso, inventa y almacena en su cerebro todo aquello que toca, y retiene como un tesoro incalculable los olores que atraviesan las mañanas de primavera.
Carmen ama la lectura y con rozar mínimamente las montañitas y los valles de sus libros en Braille siente que se adentra en universos misteriosos, en historias románticas o en fantásticos viajes al otro lado de los espejos. Los mundos de colores y sombras, de luces y aromas, entran en Carmen a través de las yemas de sus dedos.
Pero desde hace algún tiempo está preocupada.
No sabe cómo van a moldear sus montañas y sus valles en los cristales de los libros electrónicos.
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