Al salir del hospital me ha entrado la prisa, tenía que salir por la rotonda que está dando la vuelta, en vez de eso, he enfilado el coche en dirección contraria, he pisado la raya amarilla, me han pitado, pero ya está. He dado la vuelta rápido que es de lo que se trataba. Entonces los vi, en el coche conocido. El color azul que destelleaba bajo es sol me ha avisado que eran ellos. Las dos cabezas, él al volante, ella al lado. He sentido la inercia de pitar, de que me vieran, de gritarles, ¡estoy aquí!, miradme, soy yo. Pero no lo he hecho, en vez de ello, me he puesto detrás de la carcasa azul, justo detrás. He visto como la cabeza de él, coronada de rizos ralos, se acercaba a la de ella, mientras a sus vez ella volvía el rostro para encontrar su boca, se besaban, he vista la sonrisa tierna y deseosa del hombre de los rizos. Mientras el sol desteñía el azul del coche, mientras yo contemplaba la escena. No recuerdo como, pero he envestido el azul metálico de la carrocería. He envestido al coche, que tenía delante; he arrollado la sonrisa de los dos. Porque ella me pertenece, sus sonrisas son mías. Y el sol me hacía daño en los ojos.
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