Es tan increíble lo que me ocurre y voy a contar que comprendo, a priori, que a los miembros del jurado de este concurso (los primeros y tal vez los únicos que lleguen a leerlo) les parezca inverosímil y concluyan que es pura ficción o, simplemente, producto de una mente enajenada.
Al principio creía que la gente iba por la calle tan abstraída, hablando entre ellos, con el móvil pegado a la oreja o con la cabeza gacha, que no podían verme cuando pasaban junto a mí. Las pocas veces que miraban hacia donde me encontraba me daba cuenta que sus miradas estaban vacías. Probé a saludar a todas las personas que pasaban a mi lado sin obtener respuesta alguna llegando al convencimiento de que no podían verme ni oírme ¡porque soy invisible!.
Comprenderán el tremendo shock que supuso darme cuenta de semejante anormalidad pero, superados el miedo y la incredulidad inicial, decidí asumirlo e intento seguir viviendo con ello. Afortunadamente no ocurre siempre. Si me encuentro con algún conocido, entro en el bar en el que tomo café o en el hipermercado donde a veces compro, me vuelvo de nuevo visible y el conocido, el camarero o la cajera me ven y responden a mi saludo, por lo que he llegado a la conclusión que ocurre sólo con desconocidos, siendo así algo más llevadera tan anómala situación.
Creo ser una persona no exenta de raciocinio, me cuesta asimilar que me ocurra algo tan irracional pero no tengo más remedio que admitirlo, entiendo que nadie crea algo tan insólito y piensen que estoy loco, pero sé que no lo estoy. Lo estaría si creyera, siquiera por un momento, que la gente se niegue a verme y saludarme por el hecho de ser pobre, deambular por las calles y vivir en el portal de un local abandonado.
No hace mucho tiempo tenía un trabajo, un hogar y una familia a la que adoraba. Un día, de la noche a la mañana, perdí todo lo que poseía. Pero esa parte de mi vida, dado que me queda menos de una línea para agotar el espacio establecido en este concurso, la contaré en mi próximo relato.
No hace mucho tiempo tenía un trabajo, un hogar y una familia a la que adoraba. Un día, de la noche a la mañana, perdí todo lo que poseía. Pero esa parte de mi vida, dado que me queda menos de una línea para agotar el espacio establecido en este concurso, la contaré en mi próximo relato.
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