Estaba asustada. Quizás eran nervios, o tal vez miedo. Arriesgaba para ganar, sabiendo que probablemente pudiera perder.
La valentía se apoderó de mi pensamiento, y él, se aferró a cada poro de mi piel. Cada suspiro terminaba en mi oreja, y los latidos de su corazón eran rápidos y constantes.
Mis labios no paraban de besar al joven isleño que solo sabía darme una de cal y una de arena.
Dos amantes llenos de pasión y deseosos de placer…Dos muchachos que solo se entregaban con el temor de perder sus corazones.
Mis manos se perdían en aquella espalda fornida y su pecho se deslizaba por el mio con delicadeza.
Aquellas personas que tanto llegaron a odiarse, se estaban admirando y haciendo el amor.
Quizás mañana llegarían los arrepentimientos de unos días de placer, o tal vez las lágrimas por querer más.
Susurré mil veces su nombre, y dejé por unas vez que todos esos sentimientos encontrados meses atrás, actuaran conquistando cada parte de su ser.
Era inevitable. Volví, y conmigo los recuerdos de su olor en mi piel. Era inevitable, que sucediera, dos personas dispuestas a entregar sus cuerpos no pueden ser capaces de esconder sus almas…
Por ello, estuve dispuesta a vender mi alma al mismo Diablo…Deshacerme de ella, para no poder amar.
Pero, por mucho que vendiera mi alma, por mucho que me desprendiese de aquel viejo corazón lleno de heridas…Las vivencias, la lujuria de aquellas noches, las palabras al oído, y las miradas de complicidad, no estaban en mi alma…Estaban, en lo más profundo de mi ser, cerca del corazón, pero justo enfrente de la razón.
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