El joven Jack nunca había sentido algo así, esa sensación de soledad y abandono. Hacía muy pocos meses que había fallecido su padre, él era la única familia que tenía. Jack en su paso por el colegio, instituto y recién llegado a la universidad, no había entablado ningún tipo de amistad con nadie, ya que su timidez y su miedo a conocer nuevas personas se lo había impedido. Ya no sabía que hacer, estaba solo, y en esa dura época de su vida, no podía seguir adelante así, necesitaba alguien a su lado. El siguió con sus estudios, a pesar de la nostalgia que sentía por haber perdido a su padre. Pasaron los días y poco a poco Jack empezó a entrar en una tenebrosa depresión.
Un viernes en el descanso, Jack se encontraba en su esquina habitual. Una chica que pasaba por allí, vio a Jack en la esquina, con un rostro que trasmitía desdicha, ella se acercó a él. – Hola soy Clara, estamos juntos en algunas clases. Tu te llamas... ¿Jack verdad? - Hola, si soy Jack (dice él en voz baja, casi susurrando) - ¿Te encuentras bien? se te nota algo triste. ¿Puedo ayudarte? - Él la conoce solo de vista pero se siente cómodo con ella, confía en ella, se abre y empieza a contarle su historia. Clara se sentía identificada con la situación de él, hace algunos años había pasado por una situación similar. Quedaron en verse el fin de semana.
El domingo Jack se levantó lleno de alegría, se ducho, afeitó, se acicaló el pelo y ordenó la casa. Estaba tan entretenido que sin darse cuenta llegó ella. Jack se dirigió hacia la puerta y la recibió alegremente. Fueron a un restaurante, cerca del cual había una plaza, después de comer, se dirigieron hacia allí y continuaron hablando. En poco tiempo el poder de la amistad los envolvió. A partir de ese momento, Jack con la ayuda de Clara pudo superar la muerte de su padre y seguir adelante con su vida, en la que, siempre, estuvo Clara, su mejor amiga.
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