martes, 17 de abril de 2012

El hombre de las dos boinas

Hace un par de días empezó primavera con sus tardes más  largas y soleadas invitándonos a pasear, dando una vuelta por el “pueblo “echo de menos al “el hombre de los pies encontrados, la mano comida por los peces cuyo único lujo es tener dos boinas, y su poder es dar abrazos que vuelven a los hombres niños”

- ¿Dónde está?

Siempre me lo encuentro por la Avenida Inmaculada o bajando los Ángeles para visitar a su familia un rato luego al campo de futbol a ver los entrenamientos o algún partido. Esa era su pasión, el C. D. Sauzal, todas las categorías desde su inicio hasta la actualidad. Llegó a formar  parte de la directiva más exitosa del Club, saluda a todos los que formaron parte de los diferentes equipos, más que respeto le tienen cariño,  los conoce desde pequeños, ellos forman el grupo de los que  llama “sus niños”.

Él, que nunca ha golpeado un balón, siempre ligado al futbol, haciendo suyas las victorias y las derrota, cuenta su leyenda que una vez metió un gol en partido oficial (estaba pegado a un poste un balón  iba fuera choco contra su pie y …  gol) lo creo,  siendo como es cuando se le saca el tema “como el  que oye llover” pero sus pequeños ojos claros toman un aspecto pícaro.

No sé mucho de su vida, en su niñez  fue pescador en la costa sauzalera,  una vez me conto que aun recordaba el frio y el miedo de salir a faenar de noche. Su existencia no ha sido fácil, nunca lo oí quejarse. Por ser hombre de mar en su añorado Rojas,  dice que sus penas son viejas y grandes como el océano, sus alegrías  modernas y sutiles como las olas sobre las que  navega.

“El hombre de los pies encontrados, la mano comida por los peces cuyo único lujo es tener dos boinas,  y su poder es dar abrazos que vuelven a los hombres niños”. Anda tranquilo por la vida como el que se ha encontrado a sí mismo y no se reprocha nada. Pasea por el pueblo de charla en charla con su voz suave y su mirada de ojos pequeños llenos de lo que ven, como con miedo a molestar, su presencia me recuerda los rayitos del tibio sol de invierno que se abren paso tímidamente a través de las nubes.

Cualquier tarde de estas me lo encontrare camino del campo de futbol o sentado de tertulia por la Avenida Inmaculada.

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