Al salir de la ducha me di cuenta que mi toalla estaba liada con el sujetador. Un hilo suelto de aquella estaba pegado al velcro de éste. Parecían felices. Mi mujer suele colocarlo en el pomo de la puerta, y yo en un gancho cercano. Me imaginé cuántas veces cuando salíamos del baño las dos prendas intentaban unirse ayudándose del balanceo de la puerta al abrirse y cerrarse. Seguramente, mi mujer, al salir hace unos minutos, hizo que se encontraran. Sin embargo, era una relación al límite, pues la distancia hacía que fuera una situación tensa. Parecía que en cualquier momento se iban a separar. Yo, empapado, observaba esa historia de amor, sin atreverme a secarme en contra del amor.
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