El Tirano había despegado y desde la estratosfera daba órdenes vía satélite a sus soldados regodeándose de sus obscenos comentarios. Veleidoso, deseaba ver el efecto óptico. Mandó saquear las bibliotecas de Nueva York: todos los libros de Poesía de Walt Whiltman, y con ellos empezó un singular empedrado de calles y avenidas, al principio… en especial la Quinta Avenida.
Es una obviedad decir que si los Gobernantes no cuidan los libros, que no harán con sus gentes… Al ver que aquel “asfalto” era insuficiente, el Tirano Embrutecido –visto como un genérico- dispuso que los soldados desmantelaran de las bibliotecas americanas todos los libros de Poesía, daba igual ya el autor. Desde la ingravidez vio embaldosados los distintos estados norteamericanos: un tétrico mosaico de hojas otoñales, sembrado con las costuras del odio. América pues, “poéticamente” empapelada. Con las Novelas cimentó Europa y Asia. Con los Ensayos y las Obras de Teatro, los Polos. Con las Enciclopedias, África. Con los Relatos, Oceanía, enterrando los sobrantes en el mar. Con los Microrrelatos, Cuba, aprovechando que su líder estaba en ciernes. Los soldados pisoteaban con sus botas a William Shakespeare, Antón Chéjov, Charles Baudelaire, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda… La Tierra perdió sus árboles, su flora, su fauna, su esperanza de futuro, convirtiéndose en un ignominioso desierto pangeático de hojas rotas, maceradas, laceradas, demacradas, ultrajadas, humilladas, aplastadas, prensadas; en un planeta inhabitable...
Menos mal que en Titán había condiciones atmosféricas similares a las del planeta azul, y tenían la tecnología, y fletaron vuelos humanitarios de salvación. Esperaban también al Tirano para que rindiera cuentas, para que la Justicia se arrancara la venda de los ojos y dejara de ser ciega, y sorda y muda, abandonando ya de una vez por todas la trombosis paralizante en la que estaba inmersa. Menos mal que en Titán mimaban la cultura con inteligencia emocional y tenían una copia de seguridad de los Clásicos de la Literatura… Universal.
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