El día era maravilloso, el sol brillaba en todo su esplendor y el cielo tenía un color azul intenso, limpio de nubes; a lo lejos el mar mostraba también su tono azul fuerte; compitiendo con la tonalidad del cielo. Los árboles estaban con el color verde propio de la primavera y las rosas comenzaban a florecer igual que todas las florcillas de los jardines el aroma era maravilloso y los pájaros cantaban locos de alegría.
Elena observaba desde su ventana esta maravillosa paleta de colores, como si de una pintora se tratara, preparando su próxima obra.
Estaba tan absorta en su contemplación que no oyó entrar a su esposo; Elena, Elena he llegado, vamos a caminar el día esta estupendo. Elena dijo: ¡OH, no te había oído entrar, la verdad, hace un gran día, vamos cogeré un chal para colocármelo por encima de los hombros, ya que he estado planchando y no deseo resfriarme.
Pedro y Elena salieron a pasear; solían hacerlo todas las tardes, pues así disfrutaban de los atardeceres del Sauzal que para ellos tenían tanta importancia.
Ellos se habían conocido cuarenta años atrás una tarde maravillosa del mes de mayo tal día como el que estaban disfrutando hoy. Elena y Pedro por circunstancias de la época en la que les toco vivir, tuvieron que emigrar lejos para ganar algún dinero y volver a su isla amada y a su pueblo querido y vivir mejor junto con sus hijos.
Caminaron largo rato y llegaron hasta el parque de los lavaderos y se sentaron a descansar.
Sentados los dos Pedro coloco su brazo por encima de los hombros de Elena y así abrazados como dos quinceañeros observaron la puesta de sol maravillosa que se aparecía: los arboles tomaban una tonalidad verde oscuro, la línea del horizonte rojiza, el cielo de color naranja y el mar de color gris brillante; algún que otro mirlo revoloteaba cantando y despidiendo el día.
Pedro y Elena se besaron apasionadamente reviviendo aquel día en el cual se conocieron. Observando que su isla cuarenta años después, volvía a retroceder como cuando ellos la habían abandonado y de sus ojos se desprendieron unas lágrimas de tristeza.
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