En su mecedora; compás binario, adelante y atrás en un tempo moderato. En su mente; también dos tiempos, uno presente y otro pasado que vibran a la par.
Ahora, es ventana al mar, con un drago de cuatro brazos y un mirlo de pico naranja que va de aquí para allá, creando melodías libres sin líneas divisorias que le delimiten su propio compás.
Pasado, es una infancia a pie de mar con un tempo allegro aunque marcado por la ausencia de un padre que tuvo que emigrar a la octava isla y ya no regresó más, un maldito ritmo fatal del destino le hizo enfermar y en tierras lejanas su cuerpo dejó reposar sobre una tierra húmeda y verde que huele a sal.
Pasado, es una adolescencia vivida en un continuo acelerando apasionadamente encontrando cumbres y ciénagas donde naufragar y en esta intensa búsqueda se encontró a una joven que le apasionaba cantar y puso todo su empeño y voluntad en un tempo en movimiento perpetuo para alcanzar su sueño intenso, su sueño más vital.
Pasado, son óperas de Wagner, Mozart, Puccini o Verdi entonadas en un registro profundo, profundo como el mar de su tierra natal. Roma, fue un scherzo a los veinte; New York, un “molto agitato”; Austria, un tempo con freschezza… pero Tenerife, su tierra natal, fue y es un rondó de estribillo conocido, fácil de interpretar.
Ahora es el tempo “finale”, pero diferente al esquema tradicional. No es el final de una sinfonía clásica en el que manda el presto o el vivace, simplemente es un andante cantábile, non presto, con intimo sentimiento, y ya no es la mezzosoprano de voz redonda y aterciopelada que hacía el pecho vibrar, ahora es el canto silencioso que brota del que saber estar vivo cada día manteniendo el ritmo que le toca en cada momento interpretar.
Ahora, es ventana al mar, con un drago de cuatro brazos y un mirlo de pico naranja que va de aquí para allá, creando melodías libres sin líneas divisorias que le delimiten su propio compás.
Pasado, es una infancia a pie de mar con un tempo allegro aunque marcado por la ausencia de un padre que tuvo que emigrar a la octava isla y ya no regresó más, un maldito ritmo fatal del destino le hizo enfermar y en tierras lejanas su cuerpo dejó reposar sobre una tierra húmeda y verde que huele a sal.
Pasado, es una adolescencia vivida en un continuo acelerando apasionadamente encontrando cumbres y ciénagas donde naufragar y en esta intensa búsqueda se encontró a una joven que le apasionaba cantar y puso todo su empeño y voluntad en un tempo en movimiento perpetuo para alcanzar su sueño intenso, su sueño más vital.
Pasado, son óperas de Wagner, Mozart, Puccini o Verdi entonadas en un registro profundo, profundo como el mar de su tierra natal. Roma, fue un scherzo a los veinte; New York, un “molto agitato”; Austria, un tempo con freschezza… pero Tenerife, su tierra natal, fue y es un rondó de estribillo conocido, fácil de interpretar.
Ahora es el tempo “finale”, pero diferente al esquema tradicional. No es el final de una sinfonía clásica en el que manda el presto o el vivace, simplemente es un andante cantábile, non presto, con intimo sentimiento, y ya no es la mezzosoprano de voz redonda y aterciopelada que hacía el pecho vibrar, ahora es el canto silencioso que brota del que saber estar vivo cada día manteniendo el ritmo que le toca en cada momento interpretar.
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