Estaba asomada a la ventana de mi casa, mirando el horizonte. La tarde estaba fría, hacía un poco de viento racheado.
Me encontraba desganada, sentía en mi estómago un cosquilleo raro, ni bueno ni malo. Decidí ir hasta la playa de Papagayo. A esa hora y con mal tiempo, estaría desierta. Al llegar a la playa me quité las zapatillas y fui derechita a la orilla, me apetecía sentir el agua fría en mis pies; pensé que actuaría de calmante para mi desasosiego. Empecé mi paseo con las zapatillas en la mano, de pronto oí voces a lo lejos, miré y me quedé helada, mi corazón se desbocó, sentí un temblor que recorría muy deprisa todo mi cuerpo. Algo me decía que fuese valiente y siguiera hacia adelante, al mismo tiempo, mi cabeza me instaba a dar la vuelta, marcharme lentamente y en silencio. Fueron unos instantes muy cortos que viví de una forma muy intensa. En mi lucha interna, sentí morir, me mareaba por efecto de la ansiedad.
No sé en que momento ni lo que motivó que diese la vuelta. Mi alma lloraba y sentí una especie de rabia por mi cobardía. Era ella, mi adorada muchacha, mi tesoro, la persona con la cual había convivido cinco años y la adoraba. Si, a pesar de todo mi amor, di la vuelta, no fui capaz de correr para abrazarla. Tuve que callar mi corazón por una especie de respeto hacia mi hijo, era su exnovia. Y, Si, me alejé de su lado repitiendo su querido nombre hasta llegar a mi casa y derrumbarme entre grandes sollozos.
Desde la distancia que nos separa por motivos ajenos a nosotras, te grito: ¡SARA TE QUIERO!
Me encontraba desganada, sentía en mi estómago un cosquilleo raro, ni bueno ni malo. Decidí ir hasta la playa de Papagayo. A esa hora y con mal tiempo, estaría desierta. Al llegar a la playa me quité las zapatillas y fui derechita a la orilla, me apetecía sentir el agua fría en mis pies; pensé que actuaría de calmante para mi desasosiego. Empecé mi paseo con las zapatillas en la mano, de pronto oí voces a lo lejos, miré y me quedé helada, mi corazón se desbocó, sentí un temblor que recorría muy deprisa todo mi cuerpo. Algo me decía que fuese valiente y siguiera hacia adelante, al mismo tiempo, mi cabeza me instaba a dar la vuelta, marcharme lentamente y en silencio. Fueron unos instantes muy cortos que viví de una forma muy intensa. En mi lucha interna, sentí morir, me mareaba por efecto de la ansiedad.
No sé en que momento ni lo que motivó que diese la vuelta. Mi alma lloraba y sentí una especie de rabia por mi cobardía. Era ella, mi adorada muchacha, mi tesoro, la persona con la cual había convivido cinco años y la adoraba. Si, a pesar de todo mi amor, di la vuelta, no fui capaz de correr para abrazarla. Tuve que callar mi corazón por una especie de respeto hacia mi hijo, era su exnovia. Y, Si, me alejé de su lado repitiendo su querido nombre hasta llegar a mi casa y derrumbarme entre grandes sollozos.
Desde la distancia que nos separa por motivos ajenos a nosotras, te grito: ¡SARA TE QUIERO!
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