lunes, 29 de abril de 2013

EL ODIO CRUZABA EL CIELO

No entiendo al  ser humano, no entiendo razonamientos hipócritas que convergen en puntos difusos mutilando innoblemente el sentido común. Desde mi ignorancia no comprendo guerras absurdas donde nunca hay vencedores ni vencidos porque todos han perdido frente a la razón. Estuve en Kosovo en misión humanitaria, a mi llegada lo que más me impresionó fueron las miradas sin futuro de aquellos niños. A los lados de la carretera fosas comunes irrumpían con fuerza en el paisaje apoderándose de él. Filas interminables de chiquillos, los más afortunados caminaban, junto a la linde de la carretera durante varios kilómetros, sorteando tumbas, para llegar a una escuela derruida. Aquellos que esta suerte no les acompañaba transitaban desnutridos y descalzos entre socavones y barro. Cuando los disparos cruzaban el cielo y rompían el día, ellos se tiraban boca abajo tapándose sus pequeños oídos. El tiempo se paraba y el rugir del miedo se apoderaba de ellos.  El corazón terminaba por endurecérsele  y encallársele como una herida crónica. Mamaban unos odios que nunca llegaron a entender. Aún hoy me despierto sobresaltado cuando recuerdo a bebés envueltos en telas y  colocados debajo de algún puente. Nunca se está preparado para contemplar a dos críos enfrentarse por la posesión de un bollo. Ayudé hasta quedar exhausto, sin fuerzas, arriesgué mi integridad física en numerosas ocasiones, protegí con mis manos aquellos oídos inocentes pero, aún así, tengo la certeza que pude haber hecho mucho más.

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