lunes, 29 de abril de 2013

HISTORIA DE UN CADÁVER

El viento ululaba entre los árboles y los matorrales del lóbrego bosque y un lobo, ya en la distancia, aullaba melodías de sangre. Los crujidos de las ramas tronaban como relámpagos en la profundidad de la noche negra. El olor de la tierra mojada y los gritos de los animales presagiaban un desenlace dramático, en su canto de burla y peligros. Una densa y gélida bruma opacaba la luna multiplicando la oscuridad sórdida de la noche, haciendo que aquella búsqueda resultara fútil. Un par de bujías guiaban sus pasos. La tierra, fangosa, entorpecía y retrasaba la marcha derrotada de la comitiva. –
¿Dónde estás? ¡Dios mío, que me lo han matado! – suspiró entre sollozos tímidos la madre. Ningún brazo rodeó sus hombros para apaciguar su espíritu afligido, nadie acudió a ella para abrazarla. Tan poca esperanza tenía todos aquellos valientes hombres que la acompañaban en la expedición que ninguno fue capaz de pronunciar una sola palabra que la tranquilizar: comprendían la inutilidad de su empresa, sin embargo, no pudieron negar su compañía, pero tampoco eran capaces de ofrecer su consuelo. Los hombres conversaban en voz baja pretendiendo ocultar sus palabras, confabulando contra la mujer, proponiendo llevarla de regreso a casa por la fuerza en el caso de que no entrara en razón y mostrase algún tipo de resistencia, ya que temía que de continuar se acabarían perdiendo ellos también, no obstante, preveían que de hacer públicas sus intenciones la mujer entraría en un estado de rebeldía e histeria difícil de controlar. Mientras debatían al respecto de estos asuntos un grito fugaz los alarmó. La mujer tropezó con un cuerpo y a ciegas trató con sus manos de identificar qué era aquello. Poco a poco, aquella figura pequeña y frágil le fue resultando más y más familiar.
Sus manos acariciaban la sangre escarchada y sus ojos derramaban lentas lágrimas expectantes. El tacto del cadáver destrozado de su pequeño por las fauces de los canes le aterrorizó de tal manera que solo supo escapar del colapso mental abrazándose a él con fuerza y regañarle susurrándole al oído por haber salido de casa aquella noche lluviosa y oscura en contra de sus deseos e instrucciones.

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