lunes, 29 de abril de 2013

EL AUTOGRAFO DE ROLANDO DO RIO

—Ojala superemos los seis mil euros, de lo contrario, a ver que le decimos al del banco…—dijo nervioso el dueño— Al menos para poder mantener el negocio abierto otro trimestre…
—Seguro, jefe, siempre pasa igual. Ya verá como al final empiezan a pujar  y superamos esa cantidad— dijo el joven con tono poco convincente, mientras refrescaba la página de eBay donde se subastaba la singular salvación: Vendo autógrafo original del astro brasileño Rolando do Rio. El último que firmó el día del accidente automovilístico, del que sigue en coma un mes después. La subasta no llegaba a tres mil euros, pero se animó en los últimos minutos y se dispararon las pujas. La más alta puso el precio final en once mil quinientos euros, ¡casi el doble de lo esperado! Abrazados lloraron de alegría.
En los deportes del ultimo noticiario de televisión, informaron sobre el accidente. Varios testigos afirmaban haberlo visto tomar las tres últimas curvas, de la carretera que iba de la montaña a la ciudad, a una velocidad tan alta que podría haberse salido en cualquiera de ellas, pues las sorteaba sin ni siquiera frenar. El deportivo rojo, de precio tan astronómico como el futbolista, le permitía lo impensable en un vehículo normal, pero al salir de la última curva perdió el control y chocó contra un muro de piedras, destrozando el coche y sobreviviendo de milagro, aunque con pocas esperanzas de salir bien del coma profundo. Los periodistas se habían enterado de la subasta del autógrafo por internet y habían localizado a los afortunados a los que Rolando do Rio firmó el qué sería su último autógrafo. Ambos salieron en un reportaje, donde destacaban con que amabilidad se lo firmó aquella fatídica mañana en la que llegó en taxi para recoger el deportivo rojo, al que ellos le habían arreglado una pequeña avería. Se mostraron muy agradecidos al futbolista y comentaron que con el dinero podrían pagar la hipoteca y mantener abierto el negocio.
Finalizaba la información con una panorámica de la fachada del establecimiento. En el último plano, la cámara enfocó el nombre del negocio: “Taller de Frenos García y Moya”

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