lunes, 29 de abril de 2013

ARBITRARIEDAD DE LOS NÚMEROS TELEFÓNICOS

 Más de mil hombres esperan el llamado.  Son -exactamente- mil treinta y dos los que aguardan dentro de aquella cabina telefónica. Son sólo hombres. Hay altos y bajos, no hay gordos, si flacos. Todos lampiños y calvos.   Cada uno de ellos sabe que no debe moverse de su lugar, que no puede respirar en forma desmesurada, que si el de al lado se rasca deberá esperar a que finalice (si es que también tiene necesidad de rascarse).
Creen que están numerados en sus espaldas, pero no lo saben con certeza .No hay lugar para estornudos o bostezos desmedidos. Sospechan que cualquier movimiento extemporáneo puede hacer fracasar el cometido.
Saben que deben observar un silencio absoluto pues no conocen la intensidad de la campanilla telefónica.
Son conscientes de que tan solo uno podrá atender esa llamada, están preparados. Unos (no todos) portan lapicera y papel, los otros muestran seguridad en los rostros, aunque hay algunos de estos que no pueden frenar el nervioso accionar de sus piernas.
Un teléfono resuena a la distancia, tal vez en la otra esquina o a mitad de cuadra.  Los ojos de los hombres se mueven inquietamente en cabezas inertes. El  sonido se extiende en el tiempo. No hay nadie que atienda ese llamado que se prolonga…eternamente.
  
                                                                                                                                                     Tabatinga

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