lunes, 29 de abril de 2013

AMOR EN LAS MANOS

Escribo sus nombres imaginarios en mi cuaderno de trabajo: Dante y Beatriz. Son sordomudos y ciegos, y se merecen la inmortalidad de un cuento, aunque sea de poco más de un centenar de palabras. Sentados frente a mí, en el vagón, Beatriz y Dante, desde que el tren de largo recorrido tomó la salida, hace ya más dos horas y media, no han cesado de hacer manitas. De vez en cuando, con las manos entrelazadas, aproximan sus rostros y se besan fugazmente en los labios. La imaginación del escritor no necesita volar demasiado alto; le basta con viajar en ferrocarril para escribir un cuento fantástico.
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