miércoles, 18 de abril de 2012

Segunda mano

Me caí de “Cien años de soledad” entre tachaduras del esquema para comprender el libro; cuándo tropecé con Don Quijote, que estaba a punto de romperse la crisma avalanzándose contra las aspas de los molinos. Se nos unió uno de los negritos de Agata Christie que sospechaba ya quién era el asesino. Encontramos a la boa del Principito y al médico de Noah Gordon aprendiendo a colocarse el turbante en la cabeza. Todos estábamos igual de extraviados, al amparo del capricho de una pluma que juntaba palabras, daba órdenes y nos imponía una vida que no siempre nos gustaba. Los Armando Buendía a mí me parecían aburridos. Me colé en los Diez Negritos, la boa fue a parar a los cien años de soledad, el médico al Quijote…
Ahora, somos ejemplares únicos pero con la crisis nos revenden en segunda mano a precio de ganga. No creían que por dentro estuviéramos vivos hasta que empezaron las reclamaciones. Entre las causas aducidas no se definen si somos defectuosos, no cumplimos las expectativas de lo deseado o no nos dejamos leer.
Al “desván de los personajes extraviados” también ha llegado la tijera y, al hacer horas extras para sacar los libros adelante, el placer de la lectura se convierte en una aventura tan extraña, que no pocos terminan tumbados en el diván, contándole al psiquiatra que “anoche, mientras leía, tuve al Quijote empinando el codo en mi salón” “Compré el libro usado”. El diagnóstico es siempre el mismo: enajenación mental transitoria.
Menos mal que a nosotros no nos acusan de doble personalidad. Las tapas son como la cabeza, dentro puede pasar de todo.

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