martes, 17 de abril de 2012

El culebrón

En la iglesia había dos sitiales de cuero: uno para el patrón, otro para su mujer. Para nosotros, bancas de madera, sin labrar. En el sermón, el cura, hablaba contra los radicales y nos aconsejaba que votáramos por el candidato que diera garantías al Dios. Ese candidato era el patrón.

Pero, para nosotros, las cosas no estaban tan claras: se decía que el gringo tenía un pacto con el Malo y que bajo su casa, vivía un culebrón. Se decía que por eso el patrón era tan rico.

Una noche nos atrevimos a mirar bajo los pilotes de su casa, alumbrando con un chonchón… pero parece que el diablo le pasó el soplo al gringo, quien salió con sus pistolas y con un par de tiros nos impidió la huida. Tiró al aire no más, pero el ruido nos paralizó. Después nos agarró a rebencazos hasta que nos dejó la espalda sangrando, casi sin piel… Llamó a los otros inquilinos para que hicieran una fogata, hasta que sólo quedaran brazas ardientes. Entonces tomó un fierro de marcar animales y nos marcó sus iniciales sobre las llagas de la espalda, para dejarnos claro que teníamos que hacer lo que él mandaba, porque éramos su propiedad. Pero nosotros ya habíamos visto, bajo la casa, la luz brillante del culebrón.

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