miércoles, 18 de abril de 2012

Crucero

El mosén levanta el cáliz plateado y ve el pasillo de la pequeña ermita atestado, hasta las hornacinas llegan algunas cabezas esponjosas. Algo brilla en sus muñecas. Eufórico, el diácono se rasca la tonsura, luego, pinchado por un diablillo, sube sus faldones y se abre paso separando las aguas entre un mar de feligreses-cruceristas. Poniéndose una mano-visera de capitán de navío, ve una fila exterior que sube y baja como las crestas de las olas. Sus pupilas celestiales se dilatan en orgullo, sus ojos azules, rotundos, centellean. El cíngulo aprieta su vientre; el viento de solano zarandea su casulla y, aprovechándolo, mueve el hisopo para bendecirlos a todos de una tacada. ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra a los hombres de buena voluntad! Algunos cruceristas navegan a pie desde Alcalá con un Paraninfo de jolgorio; otros, desde Ávila, remolcando la fortaleza mística de Santa Teresa; los hay que embarcan en Salamanca con los ojos avizores de El Lazarillo de Tormes; universitarios descendientes de la pedagogía de Unamuno se unen a la nave humana. También, para el singular camino de agua seca, llegan en peregrinaje desde Valladolid, como personajes escapados de una novela de Delibes. Y los del Valle de la Rioja Baja, que por cercanos… suben a bordo en tropel. Puerto norte. Puerto sur, este y oeste. ¡Es la ruta de un mar seco! Bogan con algazara: ¿turismo, cultura, crisis, religión? Al mosén no le importa dilapidar su herencia, “marketing comercial para recibir a Dios”: ¡la convocatoria ha sido un éxito! Sobre el portón de la pequeña ermita reza un cartel seductor: En la Comunión: Obleas de migas manchegas con virutas de lubina o de besugo al horno…  y todo regado –sin límites- con vino de la zona. Pónganse las pulseras del Todo Incluido de la entrada. Bendita cruz. Mejor que la de Costa Crucero embarrancado.

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