miércoles, 18 de abril de 2012

La silla

Hoy, me volvió a decir lo mismo. Necesito aire, necesito ser yo. Ya no se qué hacer para que se sienta feliz.  Podemos salir a pasear, ir al cine, tomar el sol, pero nada es suficiente para él. Quiero estar solo, hacer las cosas por mí mismo, ser capaz de vivir sin ti. Me duelen sus palabras, porqué no me deja ayudarlo, es lo que quiero, a mi no me importa.

Hoy le he convencido para ir a ver el atardecer a Rojas, me ha dicho que si. Es un paso más, parece que su ánimo está mejor, puede ser un día especial. Hemos hablado, reído, incluso hemos sido capaces de olvidarnos por un momento del resto del mundo, pero sé que otra vez llegará la noche, la soledad, lo negro.

Pienso y le doy vueltas a la cabeza para que hoy sea un día maravilloso otra vez, pero hoy no, no quiere levantarse de la cama, ha vuelto  la oscuridad. Hasta cuando puedo aguantar, tengo miedo de flaquear y entrar también yo, en ese túnel de tristeza, inseguridad, de olvido.

Oigo un ruido en el pasillo, corro a su encuentro y lo veo allí, en el suelo gritando, llorando, retorcido de dolor. Porqué me ha pasado esto a mí, yo no he hecho nada malo, porque me ha tocado a mí, porque. Todo se vuelve llantos, un mar de angustia que rodea todo a nuestro alrededor. Nos abrazamos en el suelo y permanecemos allí un largo rato, tanto, que el tiempo parece que se ha parado y por un momento me imagino corriendo por una playa azul, con arena blanca y una luz especial, simplemente viviendo. ¿Qué estará pensando él? Nunca lo sabré.

Otra vez, me hay que levantarse y seguir adelante, todo menos quedarse quieto, lucharemos juntos a pesar de todo, no quiero dejar que pase la vida por delante  de mis ojos  y no vivirla. Estamos vivos y eso es lo más importante.
Hoy se ha roto la SILLA DE RUEDAS, hay que ir al taller.

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