miércoles, 18 de abril de 2012

Paradoja

Víspera de Nochebuena. Leandro Perdomo regresa a su cubil junto al acceso de
carga de unos grandes almacenes. Tan pronto dobla la última esquina, descubre que otro
sintecho
saco de dormir, justo encima de su añorada cama de cartones. Leandro echa a correr.
Maldiciendo, blandiendo bien alto un tazón de caldo medio vacío, dejará patente que va
a reclamar sus propiedades incluso recurriendo a la más primitiva de las violencias.

Los gritos alarmarán al intruso. Se despierta. Contempla aterrado a aquel orate
que (no cabe duda) pretende matarlo.

Leandro distingue entonces un rostro: Carmelo, el director de la oficina bancaria
de su barrio... Hipoteca... La causa primigenia de que se encuentre en la calle, repudiado
por su familia, sucio y maldito para siempre. Se detiene. Hace descender el tazón. No
pude contener el pensamiento que brota de sus labios: «
le ha quitado el sitio; aún peor: que se cobija del frío madrileño con su propioPuta Justicia; aún existes».

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