lunes, 18 de marzo de 2013

El largo tránsito


Diez años después ella le susurró, "Por favor, sea breve". El mago, ante tal sugerencia y debido a la duración de su número, ejecutó un preciso movimiento de manos junto a la cámara en la que se encontraba su peluda ayudante: esta desapareció ante la atónita mirada del público, dejando sólo su poblada barba. Fue entonces cuando el conejo sacó de su sombrero a un elefante cuya expresión de gravedad dejó a la audiencia en silencio.

La expectación despertada por el paquidermo se incrementó notablemente cuando comenzó a bailar una sinuosa danza en el centro de la pista: los espectadores no daban crédito a tal despliegue de exotismo pero el silencio inundó el circo cuando salieron del trance y se dieron cuenta de que donde segundos antes bailaba el elefante, estaba la bailarina y que la nariz se había encogido hasta ser un grácil apéndice facial, que las patas habían dado paso a unas femeninas pero resistentes piernas y que las grandes orejas habían desaparecido bajo unos rizos pelirrojos.

Mientras los espectadores comentaban entusiasmados la pericia del mago, una vieja paloma se posó en su hombro:
- Gracias por su brevedad, Sr. Houdini.

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